El presidente Gustavo Petro generó molestia y desconcierto durante un acto solemne de perdón por violaciones de derechos humanos, al introducir en su discurso comentarios personales sobre discotecas y novias, lo que desató gritos de rechazo de los asistentes en la Casa de Nariño.
El acto de perdón estatal que debía ser un momento de reflexión y reparación simbólica terminó en un episodio de controversia política y social. El presidente Gustavo Petro, durante su alocución el 17 de octubre de 2025 en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, provocó molestia entre los asistentes al mezclar recuerdos personales sobre su juventud y la vida en el M-19 con un evento solemne dedicado a las víctimas de violaciones de derechos humanos.
El evento, organizado por la Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Cajar), buscaba reconocer la responsabilidad del Estado colombiano por los abusos cometidos contra defensores de derechos humanos. Esta organización, fundada en 1978, tiene estatus consultivo ante la OEA y la ONU, y ha representado a centenares de víctimas de crímenes de Estado. Sin embargo, el discurso presidencial se desvió pronto del tono esperado. Petro relató episodios de su juventud, cuando fue preso político por su militancia en el M-19, y recordó su paso por una cárcel en Zipaquirá, donde, según dijo, “se hizo hombre” leyendo a Gabriel García Márquez.
“No había discotecas, entonces nuestra distracción después de las siete de la noche, que estaban en la sala…”, dijo Petro antes de ser interrumpido por un hombre del público que le gritó: “¡Deje de burlarse de nosotros!”.
El momento marcó un quiebre en la ceremonia. Varios asistentes —incluyendo miembros del Cajar y familiares de víctimas— expresaron su incomodidad ante lo que consideraron un tono irrespetuoso y autorreferencial del mandatario. Pese a la interrupción, Petro continuó su discurso durante más de tres horas, divagando entre reflexiones sobre la Constitución de 1886, la violencia partidista y menciones a Palestina y los “genocidios en Colombia”. El presidente afirmó: “Tengo que pedir disculpas a nombre de personas que también me volvieron víctima”, y agregó que se defendió “como liberal” frente a los abusos del Estado.
El acto, que había comenzado con intervenciones solemnes de la fiscal Luz Adriana Camargo y el ministro Pedro Arnulfo Sánchez Suárez, perdió su tono institucional cuando el mandatario giró hacia anécdotas personales y reflexiones íntimas que los presentes calificaron de “impertinentes”. Fuentes cercanas a la organización señalaron que varios familiares de víctimas abandonaron la plaza antes de concluir el evento. “Fue un acto que debía ser sobre las víctimas, no sobre el presidente”, comentó uno de los asistentes a medios locales.
La intervención reavivó las críticas sobre la forma en que Petro asume los actos de perdón, un mecanismo clave en los procesos de justicia transicional y memoria histórica. Para sus detractores, el presidente usa estos espacios para reforzar su narrativa personal y política, diluyendo el sentido de reparación. Para sus defensores, en cambio, su discurso “busca humanizar el poder” y conectar las experiencias del pasado con los desafíos actuales del país.
Al cierre, el evento dejó una sensación de desencuentro simbólico entre el Estado y las víctimas. Lo que debía ser un gesto de reconciliación terminó marcado por la incomodidad, los reclamos y el eco de una frase que retumbó en la Casa de Nariño: “¡Deje de burlarse de nosotros!”
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