La renuncia de Laura Sarabia como canciller no solo sacude al Gobierno: también marca el fin del blindaje político más fuerte que tenía Gustavo Petro desde que llegó al poder.
La renuncia de la canciller Laura Sarabia marca un antes y un después en el Gobierno de Gustavo Petro. Si bien la excanciller argumentó que su salida obedecía a una imposibilidad de continuar ejecutando el rumbo impuesto por la Presidencia, lo cierto es que su retiro representa una ruptura definitiva con el único rostro institucional que amortiguaba los golpes de la improvisación en el Palacio de Nariño.
Desde sus inicios como jefe de Gabinete, pasando por el Departamento de Prosperidad Social y luego por el DAPRE, Sarabia fue la operadora silenciosa que le salvaba el pellejo al presidente en más de una ocasión. Con apenas 28 años asumió el cargo más poderoso dentro del equipo presidencial, y en medio de escándalos y crisis internas, logró consolidar su influencia hasta convertirse en una figura indispensable del Ejecutivo.
Uno de los episodios más críticos ocurrió el 26 de enero de 2025, cuando Petro, en un trino de madrugada, primero autorizó la llegada de migrantes deportados de Estados Unidos con “flores y banderas”, y 34 minutos después ordenó cerrar el espacio aéreo colombiano. La furia de Donald Trump no se hizo esperar: suspendió la emisión de visas a ciudadanos colombianos. Sarabia, junto con el embajador en Washington y el entonces canciller Gilberto Murillo, tuvo que intervenir de inmediato para evitar un conflicto diplomático sin precedentes. Lo logró, pero a un costo alto: la fragilidad de la Cancillería quedó expuesta.
Otro momento simbólico fue el encuentro entre Petro y el expresidente uruguayo Pepe Mujica. Mientras el mandatario colombiano pretendía izar la bandera del M-19, Sarabia interrumpió, visiblemente molesta, y pidió retirar el símbolo del grupo guerrillero, lo que provocó una mirada de desdén por parte del jefe de Estado. Para Sarabia, ese acto podía traer consecuencias negativas para la imagen internacional del país.
“No se trata de diferencias menores ni de quién tiene la razón. Se trata de un rumbo que, con todo el afecto y respeto que le tengo, ya no me es posible ejecutar”, dijo Sarabia en su carta de renuncia.
Otro episodio incómodo fue la cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), en Montería, el 30 de mayo de 2025. Petro decidió no asistir, dejando plantado al presidente panameño José Raúl Mulino. Sarabia, como canciller, tuvo que dar la cara, excusar al mandatario y leer un discurso redactado por él. Esa fue quizás una de las señales más evidentes del desgaste de su relación con el presidente.
Con su salida, voces desde la oposición como Andrés Forero, María Fernanda Cabal y Carlos Fernando Motoa han coincidido en que el Gobierno entra en una etapa de aislamiento político. Algunos congresistas como Humberto de la Calle la consideraban “el último polo a tierra” de Petro. La pregunta que queda flotando en el ambiente es: ¿quién podrá salvar al presidente ahora que se ha quedado sin su escudo más eficaz?
Todos los derechos reservados El Pirobo news