En municipios como Jamundí, Cali, Tuluá, Palmira y Buenaventura, miles de ciudadanos se unieron a la jornada nacional «Una luz por la vida», clamando respeto por la vida, paz y seguridad. El acto fue promovido por la Federación Nacional de Departamentos y respaldado por la Gobernadora del Valle.
En el Valle del Cauca la noche se iluminó con una consigna unánime: “Sí a la vida, no a la violencia”. En el marco de la jornada nacional «Una luz por la vida», promovida por la Federación Nacional de Departamentos, miles de vallecaucanos participaron en actos simbólicos realizados simultáneamente en Jamundí, Buga, Cartago, Palmira, Roldanillo, Tuluá, Buenaventura y otras ciudades. La Gobernación del Valle respaldó esta movilización ciudadana que reafirma el compromiso colectivo por la paz y el respeto por la vida.
En Jamundí, municipio golpeado por la violencia en semanas recientes, la convocatoria reunió a niños, jóvenes, líderes comunitarios, adultos mayores y representantes institucionales. En un acto central cargado de simbolismo y espiritualidad, los asistentes encendieron velas en homenaje a las víctimas de la violencia armada y como señal de esperanza ante los desafíos actuales. El acto fue acompañado por expresiones culturales, oraciones colectivas y llamados a la reconciliación.
Durante la jornada, ciudadanos como Guillermo Tovar alzaron su voz para rechazar los crímenes por razones ideológicas o políticas. “Estoy convencido de la paz, de que independientemente de que pensemos diferente, debemos tener respeto por el otro. No es tolerable quitarle la vida a alguien por pensar diferente”, expresó Tovar en medio del acto. Su testimonio fue una de las múltiples voces que representaron el sentir colectivo del pueblo vallecaucano.
Néstor Raúl Mosquera, otro ciudadano participante, reafirmó la necesidad de superar el miedo y defender la vida como derecho fundamental. “No más atentados, no más violencia. En el Valle y en el país no queremos ver morir gente inocente”, sentenció. Este clamor ciudadano se replicó en todas las plazas del Valle, convirtiendo el acto en una cadena de luz que cruzó templos, parques y calles de cada municipio convocado.
La participación juvenil fue uno de los aspectos más destacados de la jornada. Juan Daniel Viera, un adolescente de 14 años, tomó la palabra y llamó a sus compañeros de generación a rechazar la violencia y a construir comunidad. “Nosotros, los jóvenes, debemos unirnos para que no haya más violencia”, dijo con convicción. Su intervención emocionó a los asistentes y mostró que el mensaje de paz también germina en las nuevas generaciones.
El acto central fue liderado por la Federación Nacional de Departamentos, con respaldo de las gobernaciones y alcaldías. En el Valle del Cauca, la gobernadora Dilian Francisca Toro acompañó simbólicamente la jornada y reiteró su compromiso con la defensa de la vida y el respeto entre los ciudadanos. Las actividades se desarrollaron sin incidentes, en un ambiente de recogimiento, solidaridad y expresión ciudadana activa.
La iniciativa buscó no solo encender velas, sino también conciencia. Los actos fueron diseñados para recordar a las víctimas, rechazar los hechos de violencia recientes y exigir garantías de seguridad y justicia para todos los colombianos. Los mensajes escritos en carteles y las palabras compartidas entre vecinos reflejaron la necesidad urgente de transformar la cultura del odio en una cultura de paz.
En municipios como Palmira y Tuluá, especialmente afectados por problemas de seguridad, la comunidad respondió masivamente. En las plazas principales se llevaron a cabo actos ecuménicos, círculos de palabra y actividades artísticas con niños y jóvenes. Las autoridades locales también se sumaron al llamado, resaltando que la lucha contra la violencia comienza desde el tejido social y no solo desde la acción armada del Estado.
La actividad también fue un llamado a los grupos armados ilegales y actores criminales que operan en el suroccidente del país. Los vallecaucanos enviaron un mensaje claro: no están dispuestos a seguir siendo víctimas del miedo. “Una luz por la vida” se convirtió así en una herramienta simbólica poderosa, que activó el sentido de comunidad y el compromiso cívico en miles de hogares del departamento.
Esta jornada dejó en evidencia que la paz se construye con pequeños actos: con la palabra, con el respeto, con la unidad. Y también dejó claro que el Valle del Cauca no está dispuesto a retroceder frente a la amenaza de quienes quieren imponer el silencio a través de las armas. La llama de cada vela encendida fue un mensaje claro: en esta tierra, la vida importa, la paz se defiende y el miedo no vencerá.
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