El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó a Tel Aviv para celebrar el alto el fuego entre Israel y Hamás, mediado por su gobierno, y avanzar hacia una cumbre en Egipto que busca sellar el fin de la guerra en Gaza y reconfigurar el mapa político del Medio Oriente.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, llegó este lunes a Tel Aviv en medio de una atmósfera de esperanza cautelosa y expectativas diplomáticas. Su visita marca un punto de inflexión tras años de conflicto armado entre Israel y Hamás, y busca consolidar el alto el fuego alcanzado con mediación estadounidense. Desde la sede del Knéset, el mandatario aseguró que “la guerra ha terminado” y que el mundo presencia “el amanecer histórico de un nuevo Oriente Medio”.
Recibido con múltiples ovaciones de pie por parte de los legisladores israelíes, Trump declaró que el acuerdo —que incluye un intercambio de rehenes y prisioneros, así como un aumento de la ayuda humanitaria— “será recordado por generaciones como el momento en que todo comenzó a cambiar”. Su discurso en el parlamento israelí recordó los días de alto simbolismo geopolítico, al evocar a líderes estadounidenses que en el pasado habían intervenido para modificar el equilibrio en la región.
En su visita, el presidente estadounidense se reunió con familiares de los rehenes que permanecieron cautivos durante más de dos años y planea visitar el Centro Médico Sheba para encontrarse con algunos de los liberados. La emoción en la Plaza de los Rehenes de Tel Aviv fue palpable, con multitudes ondeando banderas y vitoreando su llegada. Amir Ohana, presidente del Knéset, lo recibió con un mensaje directo: “Hemos anhelado este día”. Entre los asistentes destacaban simpatizantes con gorras rojas que decían “Trump, el presidente de la paz”.
El viaje de Trump también contempla una parada en Egipto, donde se reunirá con el presidente Abdul Fatá el Sisi en la ciudad de Sharm el Sheij. Más de veinte líderes árabes y occidentales asistirán a la cumbre, cuyo objetivo es consolidar el alto el fuego y sentar las bases para la reconstrucción de Gaza y la estabilidad regional. Aunque el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu había considerado asistir, su oficina confirmó más tarde que no participará debido a la proximidad de la festividad judía de Simjat Torá.
Según la Casa Blanca, la visita busca traducir las victorias militares en victorias diplomáticas. Trump insistió en que “Israel ha ganado todo lo que se puede ganar por la fuerza de las armas” y que “es hora de convertir esas victorias en el premio final de la paz y la prosperidad”. En un gesto de distensión, también envió un mensaje a Irán, país que tuvo enfrentamientos breves con Israel a inicios de año: “La mano de la amistad y la cooperación siempre está abierta”.
El alto el fuego incluye la liberación de los últimos 48 rehenes israelíes y de cientos de prisioneros palestinos, así como la reapertura de cinco cruces fronterizos para permitir la entrada de ayuda humanitaria. A cambio, Israel se compromete a una retirada parcial de sus fuerzas en las principales ciudades de Gaza. El acuerdo contempla además la participación de 200 tropas estadounidenses y observadores internacionales encargados de supervisar su cumplimiento.
Sin embargo, el contexto sigue siendo frágil. A pesar de los gestos de reconciliación, aún no existe consenso sobre la gobernanza de Gaza, la reconstrucción del territorio devastado ni el desarme total de Hamás. Israel ha advertido que retomará las operaciones militares si no se cumplen las condiciones del acuerdo, mientras más de dos millones de palestinos siguen viviendo entre escombros, con hambre y escasez de servicios básicos.
Antes de partir hacia Egipto, Trump reiteró que su visión para Gaza sigue en pie, aunque más realista que en febrero, cuando la llamó “la Riviera del Oriente Medio”. “No sé lo de la Riviera por un tiempo”, bromeó a bordo del Air Force One. “Está destrozada, parece un sitio de demolición. Pero algún día pondré mis pies allí”.
La llegada de Trump a Israel reaviva el debate global sobre el rol de Estados Unidos en la región. Para algunos analistas, la mediación busca reposicionar la influencia norteamericana tras años de desgaste diplomático; para otros, constituye una maniobra electoral que capitaliza un momento de esperanza en un escenario que aún podría revertirse.
Mientras tanto, las familias celebran la liberación de sus seres queridos, las tropas regresan lentamente a sus bases y los mercados de Tel Aviv y El Cairo se llenan de un aire nuevo: el de una paz aún frágil, pero posible.
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