La crítica del escritor colombiano más importante de la actualidad expone la polarización discursiva y los peligros del populismo de Gustavo Petro en Colombia
El 4 de mayo de 2025, el reconocido escritor Héctor Abad Faciolince publicó un artículo que sacudió el panorama político colombiano. Calificando al presidente Gustavo Petro como HP (hijueputa/honorable presidente), PP (pésimo presidente) y CP (candidato político), Abad lo acusó de rebajar el debate político a un nivel “pobre, bajo y truculento” mediante una estrategia discursiva que fomenta la crispación. Según Abad, Petro utiliza una consulta popular (CP) como un caballo de Troya (CT) para consolidar votos y manejar recursos públicos a través de redes clientelistas lideradas por los PPPP (partidarios populistas), como Armando Benedetti, exsenador señalado por escándalos, y Daniel Quintero, exalcalde de Medellín acusado de corrupción. La crítica, que se viralizó con miles de interacciones, no solo apunta a Petro, sino al riesgo de que su retórica de “guerra a muerte” y referencias a Bolívar desate una violencia que Colombia no puede permitirse.
Petro no respondió directamente, pero en un discurso en Cali, reiteró su apoyo a la consulta popular, prometiendo beneficios laborales como jornadas reducidas. La consulta, propuesta en abril 2025, incluye medidas populistas como contratos indefinidos y subsidios nocturnos, pero omite reformas impopulares, como elevar la edad de jubilación. Las acusaciones de Abad se centran en el clientelismo: Benedetti, investigado por la Fiscalía por presunto enriquecimiento ilícito, y Quintero, señalado por irregularidades en EPM, serían piezas clave en la red de Petro para controlar recursos saqueados del estado con el único fin de que Petro se quede en el poder de la misma forma que Chávez se apoderó de Venezuela imponiendo una dictadura que al día de hoy se ha prolongado durante más de 25 años, ha sumido a Venezuela en la miseria y ha causado la ola migratoria más dolorosa de este siglo para un país que no enfrentaba una guerra.
El contexto político de Colombia explica la intensidad del debate. Petro, electo en 2022 con 11.3 millones de votos, enfrenta una aprobación del 30% en mayo 2025, según Guarumo, y críticas por el estancamiento de su “paz total”. La consulta popular, presentada como una herramienta para “empoderar al pueblo”, es vista por analistas como una estrategia electoral para 2026. Las reformas a la salud y energía, mencionadas por Abad, han generado rechazo: el intento de intervenir EPS y controlar Ecopetrol es percibido como un esfuerzo por centralizar el control de los recursos de la nación en las manos de Gustavo Petro, un megalómano rodeado de personas cuestionadas que recientemente fue acusado por sus propios funcionarios de ser adicto a las drogas, lo que lo hace aún más peligroso.
La crítica de Abad no es un ataque personal; es un llamado a desmantelar una estrategia que prioriza el poder sobre la gobernanza. Mientras el centro político se debilita y la derecha, liderada por figuras como María Fernanda Cabal, adopta un discurso autoritario, Petro agita violentamente a sus bases con símbolos como la espada de Bolívar, banderas de «guerra a muerte» y mingas «indígenas» con tintes claramente Paramilitares. Las acusaciones de clientelismo no son nuevas: en 2023, Benedetti fue vinculado a un escándalo de interceptaciones ilegales, y Quintero enfrenta investigaciones por sobrecostos en Hidroituango. La consulta popular, con promesas atractivas pero inviables, podría disparar el empleo informal, que ya afecta al 58% de los trabajadores, según el DANE. En un país donde la violencia verbal precede a la física, el desafío es construir un debate que no alimente el odio. La pregunta persiste: ¿puede Colombia superar esta crispación, o está condenada a una “guerra a muerte” como lo expresa publicamente Gustavo Petro en medio de sus discursos delirantes?
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